Grande, muy grande. Es el primer adjetivo que acuñaremos a Zelda: Skyward Sword cuando hablemos de este juego ya icónico en el futuro. Ha sabido reinventar la poderosa fórmula de siempre, adaptarla al Wii MotionPlus y sus posibilidades y crear una experiencia tan clásica como rompedora al mismo tiempo, realmente referencial a las directrices de hoy Nos lo ha vuelto a demostrar en esta segunda sesión de más de cuatro horas que hemos pasado con él. Ahora tocaba ver cómo Skyward Sword se ampliaba verdaderamente, llegar a las Tierras Inferiores y sus primeras horas de juego sobre un mundo abierto, lleno de enemigos, rompecabezas, plataformas, puertas, exploración, mejora y viajes. La llanura de Hyrule clásica se ha rediseñado en lo que será un vastísimo mundo con bosques, cuevas, lagunas y volcanes poblado de templos, civilizaciones distintas y leyendas, sobre todo leyendas, con una genealogía propia del universo primitivo de la saga. El que promete ser el Zelda más grande de todos los tiempos nos ha enseñado gran parte de su excelso a la par que cuantioso contenido.
No vamos a hacer ningún destripe de cómo prosigue la búsqueda de Link a la sacerdotisa Zelda, cómo va mejorando casi sin que nos demos cuenta la que va a ser la trama más profunda y madura de todas las entregas, con todo el elenco de valores naturistas habitual sumado a otro nuevo que lleva el argumento un paso más allá, y lo dota de una narrativa mucho más eficaz que el usual crecimiento del héroe a medida que recoge nuevas herramientas en los cofres grandes de los templos. En Skyward Sword la mecánica e historia no son así, se basan más bien en las relaciones que va entablando Link con todos los personajes que encuentra a su paso, cada uno con sus intereses, estilos de vida o aportaciones al hilo central. Tenemos que decir que la parte que hemos jugado, este inicio tras bajar de las tierras de las nubes de Altárea, es bastante lineal, con un mapa muy, muy grande como punto de partida -podremos colocar balizas de rayos hasta el cielo que se ven desde cualquier parte- pero tremendamente seccionado, para que nuestro avance se mida a medida que vayamos aprendiendo más y más junto al personaje pero sin poder salirnos de las marcas argumentales. Es decir, al caer del cielo, no llegamos a una gran Hyrule donde visitar sus ciudades o intentar entrar en templos aún inabarcables. El overworld de este Zelda va despejándose -mucho más que otras veces- poco a poco, con caminos accidentados que suponen un nuevo puzle a cada paso: una gozada jugable.
Sacado de Meristation
No vamos a hacer ningún destripe de cómo prosigue la búsqueda de Link a la sacerdotisa Zelda, cómo va mejorando casi sin que nos demos cuenta la que va a ser la trama más profunda y madura de todas las entregas, con todo el elenco de valores naturistas habitual sumado a otro nuevo que lleva el argumento un paso más allá, y lo dota de una narrativa mucho más eficaz que el usual crecimiento del héroe a medida que recoge nuevas herramientas en los cofres grandes de los templos. En Skyward Sword la mecánica e historia no son así, se basan más bien en las relaciones que va entablando Link con todos los personajes que encuentra a su paso, cada uno con sus intereses, estilos de vida o aportaciones al hilo central. Tenemos que decir que la parte que hemos jugado, este inicio tras bajar de las tierras de las nubes de Altárea, es bastante lineal, con un mapa muy, muy grande como punto de partida -podremos colocar balizas de rayos hasta el cielo que se ven desde cualquier parte- pero tremendamente seccionado, para que nuestro avance se mida a medida que vayamos aprendiendo más y más junto al personaje pero sin poder salirnos de las marcas argumentales. Es decir, al caer del cielo, no llegamos a una gran Hyrule donde visitar sus ciudades o intentar entrar en templos aún inabarcables. El overworld de este Zelda va despejándose -mucho más que otras veces- poco a poco, con caminos accidentados que suponen un nuevo puzle a cada paso: una gozada jugable.
Sacado de Meristation